PRIMER PASO
"Admitimos que éramos impotentes ante la neurosis, que nuestras
vidas se habían vuelto ingobernables"
¿A quién le gusta admitir la derrota total? A casi nadie, por supuesto.
Todos los instintos naturales se rebelan contra la idea de la impotencia
personal. Es verdaderamente horrible admitir que, con la neurosis, hemos
deformado nuestra mente hasta tener una obsesión tan destructiva que sólo un
acto de la Providencia puede liberarnos de ella.
No hay otro tipo de bancarrota como ésta. La neurosis, ahora convertida
en nuestra acreedora más despiadada, nos despoja de toda confianza en nosotros
mismos y toda voluntad para resistirnos a sus exigencias. Una vez que se acepta
esta dura realidad, nuestra bancarrota como seres humanos es total.
Pero al ingresar a Neuróticos Anónimos, pronto adoptamos otra
perspectiva sobre esta humillación absoluta. Nos damos cuenta de que sólo por
medio de la derrota total podemos dar nuestros primeros pasos hacia la
liberación y la fortaleza. La admisión de nuestra impotencia personal resulta
ser a fin de cuentas la base segura sobre la que se puede construir una vida
feliz y útil.
Sabemos que son pocos los beneficios que un neurótico que ingrese en
Neuróticos Anónimos puede esperar, si no ha aceptado, desde el principio, su
debilidad devastadora y todas sus consecuencias. Mientras no se humille así, su
sobriedad emocional -si es que la logra- será precaria. No encontrará la
verdadera felicidad. Esta es una de las realidades de la vida de N/A.,
comprobada mas allá de toda duda por una vasta experiencia. El principio de que
no encontraremos una fortaleza duradera hasta que hayamos admitido la derrota
total, es la raíz principal de la que ha brotado y florecido nuestra
Sociedad.
Al vernos obligados a admitir la derrota, la mayoría de nosotros nos
rebelamos. Habíamos acudido a Neuróticos Anónimos con la esperanza de que se
nos enseñara a tener confianza en nosotros mismos. Entonces se nos dijo que en
cuanto a la neurosis, la confianza en nosotros mismos no valía para nada; que
de hecho era una gran desventaja. Nuestros padrinos nos dijeron que éramos víctimas
de una obsesión mental tan poderosa que ningún grado de voluntad humana
podría vencerla. Se nos dijo que sin ayuda ajena no podía existir tal cosa como
la victoria personal sobre esta obsesión. Complicando implacablemente nuestro
dilema, nuestros padrinos señalaron nuestra creciente sensibilidad a la
neurosis –una alergia, la llamaban. La tirana neurosis blandía sobre nosotros
una espada de doble filo: primero, nos veíamos afligidos por un loco deseo que
nos condenaba a seguir sufriendo y luego por una alergia corporal que aseguraba
que acabaríamos destruyéndonos a nosotros mismos. Eran muy contados los que,
acosados de esta manera, habían logrado ganar este combate mano a mano. Las estadísticas
demostraban que los neuróticos casi nunca se recuperaban por sus propios
medios. Y esto aparentemente había sido verdad desde que el hombre pisó la
tierra por primera vez.
Durante los años pioneros de N/A., únicamente los casos más desesperados
podrían tragar y digerir esta dura verdad. E incluso estos “moribundos”
tardaban mucho en darse cuenta de lo grave de su condición. Pero unos cuantos
si se dieron cuenta y cuando se aferraban a los principios de N/A. con todo el
fervor con que un náufrago se agarra al salvavidas, casi sin excepción
empezaban a mejorarse. Por eso, la primera edición del libro “Neuróticos
Anónimos”, publicado cuando teníamos muy pocos miembros, trataba exclusivamente
de casos de bajo fondo. Muchos neuróticos menos desesperados probaron N/A.,
pero no les dio resultado porque no podían admitir su impotencia.
Es una tremenda satisfacción hacer constar que esta situación cambió en
los años siguientes. Los neuróticos que todavía conservaban su salud, sus
familias, sus trabajos e incluso tenían dos coches en su garaje, empezaron a
reconocer su neurosis. Según aumentaba esta tendencia, se unieron a ellos jóvenes
que apenas se podían considerar neuróticos en potencia. Todos ellos se libraron
de esos diez o quince años de auténtico infierno por los que el resto de
nosotros habíamos tenido que pasar. Ya que el Primer Paso requiere que
admitamos que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables, ¿cómo iban a dar
este Paso personas como esas?
Era claramente necesario levantar el fondo que el resto de nosotros
habíamos tocado hasta el punto que les llegara a tocar a ellos. Al repasar
nuestros historiales de neuróticos, podíamos demostrar que, años antes de
darnos cuenta, ya estábamos fuera de control, que incluso entonces nuestra
forma de sufrir no era un simple hábito, sino que en verdad era el comienzo de
una progresión fatal. A los que todavía lo dudaban, les podíamos decir, “Tal
vez no seas neurótico. ¿Por qué no tratas de seguir tu vida teniendo en cuenta,
mientras tanto, lo que te hemos dicho acerca de la neurosis?” Esta actitud
produjo resultados inmediatos y prácticos. Entonces se descubrió que cuando un neurótico
había sembrado en la mente de otro la idea de la verdadera naturaleza de su
enfermedad, esta persona nunca podría volver a ser la misma. Después de cada dificultad,
se diría a sí mismo, “Tal vez esos N/A. tenían razón…”. Tras unas cuantas
experiencias parecidas, a menudo años antes del comienzo de graves
dificultades, volvería a nosotros convencido. Había tocado su fondo con la
misma contundencia que cualquiera de nosotros. La neurosis se había convertido
en nuestro mejor abogado.
¿Por qué tanta insistencia en que todo Neurótico Anónimo toque fondo
primero? La respuesta es que muy poca gente tratará de practicar sinceramente
el programa de N/A. a menos que haya tocado fondo. Porque la práctica de los
restantes once Pasos de N/A. supone actitudes y acciones que casi ningún neurótico
que todavía sufre podría siquiera soñar en adoptar. ¿Quién quiere ser
rigurosamente honrado y tolerante? ¿Quién quiere confesar sus faltas a otra
persona y reparar los daños causados? ¿A quién le interesa saber de un Poder
Superior, y aún menos pensar en la meditación y la oración? ¿Quién quiere
sacrificar tiempo y energía intentando llevar el mensaje de N/A. al que todavía
sufre? No, al neurótico típico extremadamente egocéntrico, no le interesa esta
perspectiva –a menos que tenga que hacer estas cosas para conservar su propia
vida.
Bajo el látigo de la neurosis, nos vemos forzados a acudir a N/A. y allí
descubrimos la naturaleza fatal de nuestra situación. Entonces, y sólo
entonces, llegamos a tener la amplitud de mente y la buena disposición para
escuchar y creer que tienen los moribundos. Estamos listos y dispuestos a hacer
lo que haga falta para liberarnos de esta despiadada obsesión.
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